Así, libélula inundó mi espejo,
su cuerpo, tenue transparencia,
un rostro de fina hojarasca.
Abrió sus alas muy luminiscentes,
exclamó estas palabras
aquel otoño:
Somos un caos ordenado en vuelo.
Sentí una atracción, comencé un andar,
encontré refugio en bosque de líquenes.
Somos un caos ordenado en vuelo.
Pupilas aletearon en mi alma,
como vendavales de tiempo que al sol desnudan.
Sentí, mi interior era un cauce suave,
humo cobijaba a mi piel terrosa.
Al ver su reflejo era mi sonrisa,
así dió profundidad a la noche
la llenó para siempre
de un aroma a musgo, en plena lluvia.

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